Se pretende que accedan a
contenidos que no son propios de su edad,
en detrimento de aquéllos otros que, pasados estos años, nadie se
ocupará de trabajar en la escuela y que perderán irremediablemente.
Se les está hurtando su cultura , la del juego, la exploración, la creatividad, la que tiene enorme capacidad para desarrollar los cien lenguajes de los que nos habla Malaguzzi.
Se les está hurtando su cultura , la del juego, la exploración, la creatividad, la que tiene enorme capacidad para desarrollar los cien lenguajes de los que nos habla Malaguzzi.
A cambio de esto se pretende que accedan, sin tener en cuenta la evolución y las características personales y sociales de partida, a una lectoescritura temprana, al cálculo, al inglés y a
las nuevas tecnologías de la información, en un proceso acelerado que prima el
aprendizaje desde la pasividad, desde las fichas de libros de texto, desde deberes interminables en casa y desde una
fragmentación horaria en asignaturas que está destruyendo su modo natural de aprender. Y lo
hace en ambientes masificados, con espacios no adaptados y con escasos apoyos que se alejan de la calidez
que una calidad educativa infantil reclama en estas edades.
Este artículo, de nuevo de J.A. Aunión, pone sobre la mesa la
situación y podría ser una oportunidad para reabrir un debate que cada vez
preocupa más a profesionales y familias, arrastrados todos en una vorágine que puede
engullirlo todo.
-"Creo que he
perdido la primavera", grita Sara, de cinco años.-
Con esta frase, que resume el problema como una metáfora, empieza este artículo que puedes leer completo pinchando aquí
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