Tomamos este artículo de "Luces del Alba" en Facebook. Aunque es largo lo reproducimos íntegro por su gran calidad.
Estamos totalmente de acuerdo y nos sugiere la necesidad de empezar este curso tomando conciencia de la imposición que se nos viene encima por parte de la Consejería de Educación de Madrid: la prueba de cinco años en lectoescritura y cálculo. Preparémonos este año para rechazarla con argumentos y con consciencia:
EDUCACIÓN. ¿ES BUENO APRENDER A LEER TAN PRONTO?
En España se hace
un seguimiento bastante exhaustivo de los aprendizajes de los más pequeños. En
general, y desde muy pronto,
fomentamos los avances más académicos y esperamos que aprendan lo antes posible
los números, a leer, a colorear sin salirse del borde, a escribir sin salirse
de la raya... ¿Está nuestro sistema educativo bien enfocado?
Educación infantil. ¿Ha superado tu hijo el periodo
de adaptación?
Podríamos pensar que empezar pronto y de forma
sistemática a trabajar habilidades como la lectura y la escritura se traducirá
en mejores resultados académicos. Sin embargo, parece que no es así, y hay
evidencias desde hace muchos años. Según el informe PISA, que mide el
rendimiento de estudiantes de todo el mundo, España presenta resultados
mediocres respecto de los países europeos en áreas como la competencia lectora
o las matemáticas. ¿Cómo es posible? ¿En qué nos equivocamos? ¿Necesitamos
quizá empezar antes, exigir más, evaluar mejor? Las respuestas no van por ese
camino.
-El sistema
educativo finlandés, un ejemplo.
Xavier Melgarejo,
psicólogo y doctor en Pedagogía, buscó respuestas investigando para su tesis.
Lo hizo ahondando en el sistema de educación que cada año encabeza el informe PISA,
el finlandés. ¿Qué hacen allí? “Muchas de mis creencias entraron en crisis
durante esos años”, recuerda. Las dos creencias que antes cayeron fueron dos:
Cuanto antes,
mejor. FALSO. En Finlandia los niños no aprenden a leer hasta los siete años.
Incluso, ven contraproducente empezar antes; pero a los nueve ya ocupan uno de
los primeros puestos del mundo en competencia lectora. Y en matemáticas.
Cuanto más, mejor.
FALSO. Tampoco aquí salen las cuentas. Resulta que en Finlandia los niños
tienen menos horas de clase, ¡y cinco recreos al día! Cada 45 minutos, 15
minutos de recreo, mientras que en España son 30 minutos en cinco horas.
Además, Finlandia
es el país que menos horas curriculares realiza entre la primaria y la
secundaria. Entonces, ¿cómo es posible que ocupen siempre los primeros puestos?
Puede ser porque es un tema en el que se implica toda la sociedad: los
profesores; los padres, que confían en los maestros y no les culpan de los
fracasos de sus hijos; el Estado, que potencia una educación pública y que no
modifica ni una ley educativa sin consenso político. Además, por supuesto, el
método que usan es diferente. Se enseña cuando el niño está preparado, maduro,
no antes. Por eso empiezan la lectoescritura a los siete años. ¿Y qué hacen
antes de leer? ¿Cómo se preparan? Para nuestra sorpresa, la mitad de los niños
finlandeses no va a preescolar y entran en la escuela a los seis o siete años.
-Fomentar la
curiosidad y autonomía del niño.
¿Y la otra mitad?
¿La que acude a preescolar? Juega. Y se fomenta continuamente la exploración y
la autonomía del niño. “Las temperaturas pueden superar los 30 grados bajo
cero, y cada hora los niños se visten y desvisten para salir al patio”, cuenta
Luis Jiménez, cuyos sobrinos viven en Finlandia.
Visto esto, parece que no estaría de más que nuestro país
diera un giro. Mari Carmen Díez Navarro, maestra y psicopedagoga, ha descrito
en libros como “Mi escuela sabe a naranja” o “10 ideas clave. La educación
infantil” (ambos de editorial Graó) ideas que pueden favorecer estos cambios.
¿Qué necesita el
niño aprender antes para después tener éxito en las matemáticas o la lectura?
¿Repetir? ¿Esfuerzo? ¿Experimentar? ¿Afecto? Su principal objetivo, reconoce,
no es que sepan leer, ni escribir, ni contar cuando acaben infantil, sino “que
lleguen a primaria con ilusión y ganas”. La clave “es hacer afectivo el día a
día en la escuela. Cuando un niño crea un vínculo con su maestra y se siente
seguro, podrá dedicarse a aprender, a jugar, a afrontar sus sentimientos”,
afirma. Es el primer paso, pero no el único.
-La importancia de
valorar el esfuerzo de los niños.
Otro punto: más
importante que hacerlo bien o no, es valorar lo que los niños hacen: “Por
ejemplo, cuando pintan, al principio no persiguen más que disfrutar. Si
valoramos sus producciones, hacia los cuatro o cinco años ellos solos empiezan
a dibujar con intención de crear algo bello”, afirma esta maestra. Nuestra
valoración estimula que disfruten en cada momento y, por lo tanto, que tengan
deseos de seguir, de repetir, de crear. Y, por supuesto, han de jugar, jugar y
jugar.
“Yo me quedo
impresionada al ver cómo a través del juego ellos solos se enfrentan y
resuelven problemas de todo tipo, cómo organizan el material, ordenan tamaños,
resuelven problemas con los amigos...”, apunta Mari Carmen Díez. Para las
matemáticas, por ejemplo, más importante que copiar el número 1 es “manipular,
explorar y contar cosas”, explica esta maestra, aunque no se sepan aún los
números.
También la
manipulación y la exploración sirven para preparar la escritura “porque el niño
madura del hombro a los dedos”, recuerda. Es decir, jamás podrá tener buen
control de la mano si no lo ha tenido antes del antebrazo. Las actividades que
conlleven movimientos de barrido con los brazos les ayudan a desarrollar, más
adelante, la precisión en los dedos; y por eso muchos niños que empiezan a
escribir demasiado pronto adoptan una posición forzada para la que su cuerpo no
está preparado
-Cómo fomentar el interés por la lectura.
En la clase de Mari
Carmen Díez la lectura llega de la mano del juego y el afecto, saboreando las
palabras una a una y sin presiones. Despacio, disfrutando, sin adelantar. A los
tres años cada uno se dedica a aprender su nombre. Esto hace que algunos niños
se empiecen a interesar en las letras y las palabras.
A los cuatro años
tienen su colección de palabras que “les caen bien”: las sacan de los cuentos
que su maestra les lee. Y cuando han coleccionado cuatro o cinco palabras, como
Rita (el nombre de la mariposa de uno de sus cuentos favoritos), juegan al
Pasapalabra. Son palabras para abrir el apetito y mucho más efectivas que el
clásico silabeo. A los cinco años se hacen cada uno su tarjeta de visita, y
además cada niño es nombrado padrino de una letra: cuando alguien quiere saber
algo de la z..., pues le pregunta a Iván Pérez, que es su padrino. Se comunican
la información sobre las letras como un secreto o un truco (“para poner la z,
primero...”).
Tienen también un
buzón a través del cual se envían mensajes (“te invito”) y también tienen la
“caja de escuchar los sueños”, de donde deben sacar cada vez cinco cosas (imágenes,
objetos o juguetes) con las que inventar una historia que comience, pase algo y
termine. En fin, que juegan, juegan y juegan con las palabras. Y un buen día
llega un niño y le dice a su seño: “Yo no sé cómo lo hago, pero lo miro y lo
leo”. Otro día, dice otro: “Yo creo que sé leer, pero no estoy seguro”. Cada
uno a su ritmo, y como la fruta madura, todos lo van consiguiendo. Los números
los aprenden con la dirección de su casa, con su edad y la de su familia, con
su fecha de nacimiento, con su peso, su medida...
-Educar en valores.
Pero no solo de
números y letras va la cosa. Va de todo lo que conlleva vivir. En “Mi escuela
sabe a naranja” esta maestra cuenta cómo van surgiendo las oportunidades de
aprender de verdad y afrontar situaciones como compartir, llorar, ayudar,
burlarse, mandar, decir lo que piensan, elegir, tolerar la frustración... y
esto unido a las palabras, los números y los grandes temas de la vida y la
muerte. Todo va junto.
Un día uno de los
niños propuso hablar de los cangrejos y otro de las tortugas. Votaron y ganaron
los cangrejos. Era la primera vez, cuenta esta profesora, que una de las niñas
¡no lloraba tras perder la votación! Pidieron a un padre que trajera cangrejos.
Los miraron, les contaron las patas, los dejaron moverse para ver hacia dónde
iban, leyeron sobre su vida... Algunos niños pescaron cangrejos y los añadieron
a los primeros, y después se enfrentaron a situaciones como la muerte de
algunos cangrejos.
¿Qué sintieron?
¿Qué decidieron hacer con ellos? ¿Comerlos? ¿Enterrarlos? ¿Tirarlos a la
basura? Doce niños propusieron echarlos a la sopa y como eran mayoría así se
hizo. ¡Aunque luego ninguno la probó! “Porque los conocíamos”, concluyó una
niña a posteriori. Sin embargo, contaba una madre, desde que estaban con el
tema de los cangrejos su hijo entraba en la pescadería y comía pescado, algo
que antes no hacía. Son solo algunos de los matices y aprendizajes que aportó
esta situación.
Por: Martina Domeño https://www.facebook.com/LasLucesDelAlba?ref=stream
Asesores: Xavier
Melgarejo, psicólogo y doctor en Pedagogía; Mari Carmen Díez, maestra y
psicopedagoga. www.carmendiez.com