La vida en familia no puede verse reducida a un “mientras tanto” .
En el territorio familiar es casi más esencial comer juntos que el alimento ingerido... sentados en la misma mesa más que alimentarnos nos proponemos el modelo, los códigos, los valores, las estrategias y las dimensiones que dibujan el “ser social”.
Si vamos con tantas prisas a menudo es porque creemos que las cosas importantes ocurren fuera de casa, incluso fuera de la familia. Atolondrados desatendemos lo que acontece y sobretodo ignoramos lo que nos sucede.
Es en familia que se descubre que el imprescindible cuidado de uno mismo es también el cuidado del otro... que la mejor forma de cuidarse incluye cuidarnos los unos a los otros.
“Familiarizados” aprendemos aquello que antes nadie sabía porque a menudo las cosas más importantes sólo se pueden aprender juntos.
Es en familia que nos inyectamos el coraje necesario para dejarnos de ocurrencias y pretender la utopía.
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