miércoles, 29 de enero de 2020

REVISAR EL CURRÍCULO, PERO AL SERVICIO DE LA CULTURA DE LA INFANCIA

Hay declaraciones, o sus extractos, que asustan.
El pasado día 20 representantes de AMEI-WAECE  (Asociación Mundial de Educadores Infantiles-Wordl Asociation of Early Childhood Educators) son entrevistados con motivo del Día Mundial de la Educación y el periódico que lo refleja (DONOSTI) titula como resultado:"Los maestros exigen revisar el currículo de la Educación Infantil".
Al leer el artículo se perciben líneas, por donde parece que se sugiere ha de ir esta revisión, que en absoluto coinciden con el planteamiento de la mayoría de organizaciones estatales y locales de Educación Infantil.
Si bien creemos que una reorganización curricular es precisa, entendemos desde estas organizaciones entre las que nos incluimos, que es el conocimiento profundo de la Cultura de la infancia (concepto acuñado por las Observaciones Generales del Comité de los Derechos del Niño) la que debe orientar una re-estructuración curricular; no una obligatoriedad de la etapa, una preparación para primaria o una sobre-estimulación amparada en la resaltada capacidad para aprender en estas edades (pincha aquí para leer el artículo).
Lo que afirman las neurociencias y se deduce de ese conocimiento de la Cultura de la Infancia es que los niños y niñas de estas edades tienen una forma específica de aprender que se sustenta en la necesidad de bienestar proporcionado por vínculos estables y sanos que den seguridad y, con ello, animen y acompañen a conocer e integrarse en el mundo. Que son los modelos vinculares los que van a iniciar una socialización necesaria, cuyas características van a impregnar la manera infantil de relacionarse con el resto y con el conjunto de situaciones y objetos de ese mundo. Afirman que darle valor y fundar bienestar en el hoy es condición esencial para asegurar un futuro resiliente; que cada criatura tiene un ritmo que se sitúa en el continuo de la evolución, dentro de los amplios parámetros que ofrecen los diferentes hitos evolutivos,  y que es fundamental respetar ese ritmo porque la maduración ha de preceder al aprendizaje para dar como resultado un óptimo desarrollo, que es inútil, además de nocivo, adelantar etapas. Afirman también que la emoción está en la base de los aprendizajes, que es el juego la fuente de actividad prioritaria y privilegiada de estas edades para ser y aprender, porque produce y alimenta emociones estructurantes que producen bienestar (sorpresa, alegría, ...) y por ello favorece su apertura al mundo que se lo ofrece. Afirman también que, cuando por el contrario la emoción  provoca sufrimiento (miedo,  vergüenza,...) tiende a cerrar el organismo frente a futuros aprendizajes para evitar el sufrimiento que se inscribió y que se actualiza en propuestas nuevas.
Todo esto nos dicen las neurociencias, cuando no se utilizan como una excusa para dar cauce a los propios planteamientos previos y a las propias imágenes adultas de la infancia.


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