domingo, 3 de febrero de 2019

COMEDORES Y PATIOS, LOS OTROS ESPACIOS EDUCATIVOS (SHEYLA VERDÚ, PLATAFORMA 06) EL DIARIO DE LA EDUCACIÓN

Comedores y patioComedores y patios, los otros espacios educativosSheyla Verdú

Los tiempos que pasan en los patios y comedores ofrecen grandes momentos educativos que son privilegiados para las criaturas, tan útiles como los que pasan en las aulas.

Nuestra compañera Sheyla Verdú desarrolla, en este artículo publicado el 29 de enero en el Diario 
de la Educación, la importancia de estos espacios y también algunos de sus problemas vinculados.
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– ¿Qué has hecho hoy en el cole?
– “¡¡Jugar!!”
– “Pero, ¿qué has hecho en clase?
    Esta conversación se repite a diario por parte de las familias hacia los y las peques de la casa y, cuando responden, son las personas adultas quienes quieren saber qué actividades “educativas” han hecho en el día o bien si han comido todo.
    En el momento en que nos paramos a pensar en lo que ocurre tras las puertas del centro educativo, tendemos a dirigir nuestro interés a los hechos que ocurren en el aula, pero, ¿qué ocurre con el comedor y el patio?, ¿Por qué no son considerados tiempos y espacios que ofrecen algo más a nuestros niños y a nuestras niñas? Hay una tendencia a entender estos espacios tan solo como lugares en los que se “desfogan” o “comen”, sin embargo, los tiempos que pasan en los patios y comedores ofrecen grandes momentos educativos que son privilegiados para las criaturas, tan útiles como los que pasan en las aulas, sin embargo estas estancias son espacios educativos que pasan desapercibidos.
    ¿Por qué existe esa percepción? A lo largo del tiempo se viene observando que, pese a cambios en las metodologías, espacios como estos, permanecen anclados y sin ninguna transformación significativa. Los patios escolares donde predominan las canchas deportivas en las que, como una “dictadura”, se hace patente el uso exclusivo del balón en los tiempos de recreo, acaban relegando otros juegos posibles a espacios reducidos o inexistentes. Pero, ¿es lo único que ofrece un patio escolar?
    “No sabemos cuánto gana-aprende un niño jugando” decía Tonucci, y es cierto; debemos mirar más allá y hacer una verdadera reflexión. Debemos cuidar y mimar este espacio al igual que cuidamos el aula, crear un entorno en el patio que favorezca el juego, tan necesario para el desarrollo en la infancia, con zonas para la creación de otros juegos, acercándoles, ¿por qué no?, espacios con jardines infantiles y con la posible puesta en marcha de huertos urbanos. Se trata de poner a su alcance más alternativas, espacios y materiales cuyo uso dé lugar a multitud de juegos.
    Tenemos la tarea de crear patios donde el espacio se vuelva enriquecedor para el juego y para el aprendizaje que este supone, ayudándoles a desarrollar su autonomía y sustentando su curiosidad innata con ofertas variadas; un lugar en el que generen y afiancen la relación con sus iguales porque, tal vez a partir de los dos años y dadas las metodologías directivas que se utilizan con cierta frecuencia en el aula, sea el patio uno de los primeros espacios de socialización entre las niñas y niños de infantil.
    En los patios aprenden a relacionarse, no solo con las niñas y niños de su aula, sino con las demás aulas y con otras de edades diferentes, por lo que se genera una convivencia privilegiada y única en libertad. ¿Veríamos así el patio como un espacio educativo? Veríamos mucho más que un patio en el que desfogarse y oxigenarse, algo que también es necesario, veríamos la multitud experiencias educativas que se producen día tras a día. Sin embargo, para ello es imprescindible que, como profesionales, tengamos conocimiento de estos aspectos, así como de propuestas valiosas de organización de los espacios y materiales y que, a pesar del cansancio que a veces suponen las ratios excesivas que nos imponen, no veamos estos tiempos como la oportunidad de hablar con la compañera de la otra clase, sintiendo como molestia la observación y disponibilidad hacia las criaturas.
   Sí cabe destacar que están en marcha numerosas experiencias para una transformación de los patios en diferentes ciudades, creando espacios que aportan inclusión y diversidad, y ofreciendo un enfoque coeducativo.
   Tal vez con el patio visto de esta manera sea algo más evidente: y es que, si estamos ante un espacio educativo tan importante como el aula, incluso su extensión.
Pero ¿qué ocurre con otros espacios?, por ejemplo, ¿qué ocurre con el comedor? Los comedores escolares, en el segundo ciclo de infantil, se ven simplemente como el lugar donde comen por turnos sin que se consideren demasiado las condiciones ambientales en que les rodean. A veces, los niños y niñas no han cumplido los tres años cuando entran en los coles, y han de convivir en ambientes grandes y ruidosos que les suponen una agresión, sin mamparas que les ofrezcan cierta intimidad, sin protección acústica, teniendo que utilizar bandejas impersonales que frecuentemente les impide desarrollar hábitos de autonomía porque no pueden con ellas, ni les permiten moverse por el espacio. Esto podría cambiarse si se da valor a las consecuencias negativas que lo descrito tiene sobre el equilibrio personal socioafectivo, si se tienen en cuenta las enormes ventajas que, incluso para una mejor nutrición, tendrían condiciones con más calidez que ofrezcan mejor calidad.
   Por el contrario, en las escuelas infantiles, como ocurre en algunos coles en 3 años, se suele comer en las aulas, que proporcionan un lugar de seguridad y calidez, haciendo que esta rutina sea fundamental en la etapa, por lo que es cuidadosamente planificada. Pero como todo siempre es mejorable, seguimos soportando ratios muy alejadas de lo que establece la red de Atención a la Infancia de la Comisión Europea, haciendo que no siempre podamos ofrecer una atención mucho más personalizada como se merecen todas las criaturas en su infancia.
   Además, es tal la importancia de la alimentación que, dentro del currículo de infantil queda reflejada no solo como un acto de necesidad fisiológica, sino como parte del proceso de autonomía, consecución de hábitos y destrezas junto a otro aspecto que pasa desapercibido, la adquisición y desarrollo de hábitos sociales. Y es que durante la comida, si hay calidez, estamos ante un momento que proporciona más que los alimentos necesarios para funcionar, ocasiones para crear y seguir aportando a estas edades aprendizajes positivos, aprovechando los intercambios sociales que forjan la relación socioafectiva con iguales y con personas adultas, el acceso fácil a la experimentación sensorial por medio de los alimentos; discriminando sabores, olores, colores, texturas, desarrollo de habilidades motrices como el control postural, la coordinación, la destreza manual… Por ello hay que dar la importancia que se merece y , también, conceder al comedor su lugar como espacio educativo.
   Como se observa, todo espacio que es usado y ocupado por los niños y las niñas de estas edades, aporta mucho más de lo que vemos a simple vista. Desde el nacimiento nos estamos educando, tal como afirma la Convención y los desarrollos de los Derechos del Niño; todo lo que nos rodea nos aporta aprendizajes que vamos incorporando y modificando a lo largo de nuestra vida, sea en el espacio que sea porque, como decía William Shakespeare: “El aprendizaje es un simple apéndice de nosotros mismos. Donde quiera que estemos, está también nuestro aprendizaje”.

Sheyla Verdú. Plataforma de Educación Infantil 06

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