En
la actualidad, todos/as somos conscientes de las grandes dificultades que
muchas familias están pasando, familias que tienen a sus hijos e hijas en nuestras aulas. Muchas
criaturas que no pueden gozar de tener cubiertas, a día de hoy, sus necesidades
más básicas, en especial las más imprescindibles como la alimentación y el
sueño. No digamos las referidas a los aspectos afectivo-sociales.
Muchos de estos niños y niñas se ven obligados a no poder estar con sus familiares
más directos (padre, madre o ambos) porque estos sufren grandes jornadas de
trabajo. Niños y niñas que, también en muchas ocasiones, viven en unas
situaciones de pobreza tan indignas en estos tiempos, pero tan reales como que
el sol sale cada día. Estas criaturas, requieren, más si cabe, de buenas
prácticas.
Criaturas
que necesitan disfrutar en el aula de un clima basado en las relaciones
interpersonales que les ofrezcan tranquilidad, seguridad y amor, mucho amor. Y
juego, mucho juego. Juego como esencia de vida que les permita olvidar y
superar las condiciones en las que viven, juego como un derecho educativo
fundamental. Todo esto acompañado con una conexión de profesionales y familia
como algo unido, nunca separado.
Sin
embargo, en muchas aulas, esto se queda olvidado en un cajón, pues se priorizan
contenidos curriculares que nada tienen que ver con esas necesidades que tiene
todo niño o niña, pero en especial los mencionados.
Pero, hoy
en día, también nos encontramos con muchos y muchas profesionales que lo que
esconden en el cajón son los contenidos arcaicos, memorísticos, incluso insanos
para cualquier etapa, en especial para la etapa de infantil. Y vemos, con
ilusión, como ponen en marcha, con toda su motivación, estrategias
metodológicas sanas, creativas, novedosas, basadas en el juego y cargadas de
alegría, de paciencia y de amor, de gran cantidad de amor.
A esos y
esas profesionales que se esfuerzan cada día por entender, comprender y atender
a las necesidades de cada uno de sus alumnos o alumnas. A quienes se dejan la
piel, el alma y hasta su propio yo para dar lo mejor de sí a las criaturas de su
clase. A esos amigos y a esas amigas de profesión que “nadan a contracorriente”
para priorizar el juego, el diálogo, el movimiento, el respeto a la infancia y
a las necesidades de la misma, en oposición a la pasividad, al desánimo y a la
rigidez de horarios, tiempos y contenidos que no
respetan a niños y niñas.
Dedicamos
este texto a estos compañeros y compañeras, en especial de
Infantil, que se enfrentan cada día a las directrices de una administración
educativa añeja, a algunos inspectores en desuso y a un curriculum obligado y
acientífico nada respetuoso con la etapa.
Para
ti compañera o
compañera, para recordarte que no estás en soledad en esta lucha. Porque
sabemos que tú sí llevas a cabo unas buenas prácticas educativas. ¡Enhorabuena!
En este año seguiremos defendiendo juntos que otra educación SÍ es posible.
Almudena Gómez-Álvarez
Plataforma por la defensa del 06