Las escuelas infantiles cumplen un papel fundamental en barrios empobrecidos, pero la desigualdad no puede remediarse desde los centros educativos exclusivamente.
Todas las niñas y niños tienen derecho a la Educación. Es un principio fundamental, básico, incluido en la Convención de los derechos de las niñas y niños y que debería ser pintado en las paredes de los despachos de los poderes educativos, porque debería guiar todas sus políticas.
Hoy día este derecho no es cuestionado por nadie, ni por los políticos, hacedores de leyes, ni por los que, desde sus despachos, dictan el currículum, igual para todos, ni por las/os profesoras/os que llevan a las aulas lo que les dictan las leyes, ni por las/os propias/os alumnas/os que sufren sus consecuencias, ni por los ciudadanos de a pie, ni siquiera por los tertulianos televisivos, por nadie.
Pero el hecho de que haya niñas y niños que acudan a sus centros escolares, ya sean escuelas infantiles, colegios o institutos, no significa que se les haya otorgado ese derecho. Porque la educación no es sinónimo de escolarización. La Educación con mayúsculas es un derecho que debe ser garantizado desde el nacimiento y debe durar toda la vida para vivirla con dignidad. Este derecho ya no está garantizado desde los poderes públicos y, sobre todo, no está garantizado en los barrios donde la pobreza parece haberse instalado para siempre.
Estos barrios marginales, donde coexisten la pobreza, la precariedad, la violencia, el paro, la droga, la exclusión, el alcoholismo, donde sus habitantes se han acostumbrado a estar fuera, en esos márgenes que no cambian nunca. Gentes que no son políticamente correctas. Barrios que no son bellos, con desconchones en las paredes, con basura en cada esquina, que no tienen jardines verdes, ni parques, que no tienen casas bonitas, donde el paisaje cotidiano son la venta de droga, los cristales de las marquesinas rotos y los contenedores de basura quemados.
En estos barrios viven niñas y niños, que viven en casas de “patada a la puerta”, desde que nacieron, que nunca tendrán “habitación propia”, que visten con ropa de mercadillo, y que cuentan que no han podido bañarse, porque tienen que coger agua en garrafas en la calle, porque han cortado el agua de todo el edificio, por impago. Niñas y niños que llegan a la escuela con hambre, sueño y cansancio. Niñas y niños que ven desde pequeños el mal trato en sus casas. Niñas y niños que no ven a nadie leyendo ni escribiendo a su lado y sin embargo ven mucha miseria.
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