Traemos este artículo publicado por Mariano Gasparet en "El Mundo", al que hemos modificado algo el título, pues entendemos que describe una parte de la realidad que hoy sufre la Educación Infantil en esta comunidad. Las Escuelas de gestión indirecta se subastan al mejor postor, sin importar un ápice sus niños y niñas, sus familias y sus profesionales.
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El año electoral ha dado un descanso a las empresas decanas en educación infantil de la Comunidad de Madrid porque el Gobierno regional postergó a 2016 el próximo concurso público para adjudicar la gestión del servicio. Pero a tenor del resultado de la «última subasta», las pocas escuelas infantiles con solera que aún quedan en Madrid se preparan para echar la persiana.
Es el caso de Amelia Tenorio, profesional del sector con 25 años de experiencia que hace un año tuvo que cerrar una de sus dos empresas de gestión indirecta-Educación 2000- y poner en la calle a 11 educadores, dos cocineras y dos limpiadoras. Aún mantiene la gestión de la escuela infantil San Cristóbal de los Ángeles pero teme que no podrá aguantar el próximo concurso. Su caso es paradigmático de lo que está ocurriendo en el sector. En julio pasado perdió una licitación para primer ciclo pese a que su proyecto educativo recibió 42,5 puntos sobre 45, y la competencia 6 sobre 45:prevaleció el proyecto económico, en el que su competidor obtuvo una puntuación de 44 sobre 45, mientras que el suyo apenas logró un 6 sobre 45.
La misma pesadumbre tiene Lola García, directora de La Patria Chica y dedicada a la Educación Infantil desde hace tres décadas. El temor de ambas se basa en la experiencia. En el concurso de junio de 2011, entre 40 y 50 escuelas cambiaron de entidad de gestión:cooperativas y entidades privadas con 25 y 30 años de andadura tuvieron que ceder el testigo en favor de gigantes de los servicios y de la construcción como Clece, Kidsco Balance, Arci Nature, Grupo 5 o Chiquitín, entre otras.
La modificación de los pliegos de condiciones en los que prima la propuesta económica sobre el proyecto educativo, la no incorporación de la cláusula de subrogación del personal e incluso el propio convenio de referencia del sector, ha dejado la gestión de los centros de infantil en manos de empresas que nada tenían que ver con la educación. Es decir, en la última legislatura a más de 5.000 niños madrileños se les ha cambiado el equipo educativo de referencia, prevaleciendo el beneficio de grandes empresas.La misma pesadumbre tiene Lola García, directora de La Patria Chica y dedicada a la Educación Infantil desde hace tres décadas. El temor de ambas se basa en la experiencia. En el concurso de junio de 2011, entre 40 y 50 escuelas cambiaron de entidad de gestión:cooperativas y entidades privadas con 25 y 30 años de andadura tuvieron que ceder el testigo en favor de gigantes de los servicios y de la construcción como Clece, Kidsco Balance, Arci Nature, Grupo 5 o Chiquitín, entre otras.
El cambio se produjo en el curso 08-09, cuando los decretos relativos a los requisitos mínimos de los centros marcaron una diferencia clara entre el primero (0 a 3 años) y el segundo ciclo (3 a 6 años) de educación infantil.
«La diferencia es conceptual -explica Lola garcía-. Si consideramos la educación de 0 a 3 años como la primera etapa del proceso educativo le damos una relevancia ajustada a su importancia. Si en lugar de valorar esta primera etapa como crucial, la valoramos desde una perspectiva meramente asistencial, lo que primamos es que el niño esté atendido pero olvidamos su educación».
Este cambio de criterio, que marcaría la diferencia entre una escuela y una guardería, enerva a los profesionales del sector. Amelia Tenorio explica que «el porblema es que al competir por el proyecto económico se hacen rebajas temerarias que tienen efectos nefastos no sólo sobre la calidad de los equipos docentes, sino también sobre el resto de servicios, desde la limpieza a la calidad de la comida o el material pedagógico. Se abaratan las plantillas, se pone a limpiarv a los educadores y quienes tinene más experiencia y pueden irse acaban haciéndolo. El problema es que los padres desconocen esta realidad». Su colega Lola García tiene la misma opinión: «En las familias españolas hay una cultura muy arraigada del cuidado a la infancia, pero no sobre la importancia que tiene la educación en etapas tempranas».
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